miércoles, 15 de febrero de 2012

Ensayo.

Educación. Derecho primario y deber ineludible. O así debería ser.
No hace mucho tiempo que yo misma estaba recibiendo clases en mi colegio - público, por cierto - y los recuerdos que conservo son preciosos, pero sobre todo recuerdo APRENDER. El paso al instituto supongo que es algo crítico, en mayor o menor medida, para esos niños que ya no lo son tanto y tienen que soltar la mano a sus tutores de primaria para empezar a andar por secundaria con mucha más autonomía. Y tampoco olvido esta época, en la que a medida que crecía me daba cuenta que las cosas iban de mal en peor. Porque llega una edad en la que ya eres consciente de que algo no funciona.
Ahora hace 4 años que imparto clases particulares, y cada vez la demanda es mayor. Y he de decir que cuando yo tenía la edad de mis alumnos y alumnas, el porcentaje de compañeros que tenían clases de refuerzo era ínfimo.
El tiempo pasa, las cosas cambian y la realidad es que la educación cada vez se degenera en mayor medida y con una velocidad pasmosa. Pero ¿a quién o qué hemos de echar la culpa: al profesorado que está perdiendo el amor a su profesión, al alumnado que cada vez se siente más desvinculado de todo lo que supone la palabra "enseñanza", a las instituciones que ya no saben por dónde tomar la situación para encarrilarla?
No puedo hablar a nivel nacional, pues estoy segura que la situación varía en cada una de las regiones, pero desde la comunidad donde resido tengo la experiencia - propia y ajena - de como está la situación está desembocando en algo tan peligroso como problemático. Es extremadamente necesario cambiar esto, la educación necesita una renovación desde las bases, pero con conocimiento de causa, en esa reforma han de participar aquellos que van lidiar con el sistema educativo, y que han de extraer de él la mayor cantidad de conocimiento, experiencia y valores para el resto de su vida.
Si me preguntan cuál es una de las necesidades más acuciantes no dudo un momento que abordar la educación sería primordial en esta sociedad en la que ahora vivimos. No podemos jugar con nuestro futuro, ni con el de las generaciones que vienen; no jugar más de lo que ya lo hemos hecho quiero decir.